Algo más que abatir al terrorista.

Reconozcamos que algo ha cambiado en la comunicación con las nuevas tecnologías. Grandes noticias, como la muerte de Osama Bin Laden, ponen a prueba las nuevas formas de comunicación. Fue un pakistaní, Soharib Atar, el primero en lanzar a la red un tweet en el que relataba que helicópteros estaban sobrevolando la zona donde vivía. Eran la 01,30 de la madrugada hora española. Después siguió contando lo que iba percibiendo. No fue hasta pasadas las 05.00 de la madrugada, cuando la CNN emitió otro tweet en el que anunciaba una urgente comparecencia de Obama, al parecer para hablar de un tema de seguridad nacional. Twitter demostró una vez más su versatilidad, su inmediatez y demostró cómo a base de pequeños comentarios de 140 caracteres, es capaz de contar lo que está pasando y dar a los seguidores una idea baste clara de las reacciones que suscitan las noticias. 
Las redes sociales han llegado a nuestras vidas y se van a quedar cada vez con más hueco propio, porque mecanismos tan sencillos y tan útiles son herramientas fundamentales para la transmisión de mensajes de todo tipo. No digo que vayan a suplir a los medios de comunicación convencionales, pero convivirán con ellos y pienso que son herramientas muy avanzadas que van ganando cada vez más terreno en nuestras vidas.
Seguí cómo se contaba en las redes esta noticia y las valoraciones que suscitaba y me di cuenta cómo la noticia pasaba de ser una cuestión estrictamente informativa, a ser pasto de múltiples valoraciones y finalmente acoplada a las ideologías políticas. Lo que en un principio fue una noticia valorada de forma muy positiva de forma unánime, poco a poco fue utilizada por sectores de la izquierda ultramontana para empezar a hablar de la utilización de la guerra sucia por parte de los gobiernos y ya en el colmo, a cuestionar la operación porque el resultado fue la muerte del líder terrorista y no su detención.
Vayamos por partes. EE.UU. ha lanzado un mensaje muy serio y riguroso a los terroristas, a los que ha dicho que se les perseguirá hasta los confines de la tierra. En segundo lugar, han roto la leyenda de la invulnerabilidad de Al Qaeda y en tercer lugar han acabado con un símbolo, un héroe para los fanáticos terroristas mulsulmanes. Es insólito que en una operación de estas características se pretenda detener al cabecilla terroristas. La operación de los Navy Seals ha sido de lo más cinematográfico, pero no me los imagino entrando en el santuario terrorista gritando “¡Ríndete!.¡Alto o disparo!”. No se nos puede considerar tan idiotas. Con estos elementos no hay bromas y aunque sea muy duro expresarlo la situación es ...”o ellos o nosotros”. Y ante eso para mi no hay duda.
Es cierto que ninguna muerte es deseable, pero no nos podemos rasgar las vestiduras por la desaparición de un monstruo que es capaz de dar la orden de operaciones terroristas que han causado miles de muertes por todo el mundo. Se ha acabado con Osama Bin Laden, no con el terrorismo de Al Qaeda. De hecho, los servicios secretos especulan que la organización puede quedar en manos de Al Zawahiri, un terrorista al que muchos consideran más sanguinario que Laden. Sin embargo, ni tiene su carisma ni sus seguidores, y sabemos que una organización de estas características tiene que estar rodeada de un cierto misterio y gobernada con mano férrea por un mito. Osama lo era, Zawahiri no lo es y eso la debilita. No obstante, hay que estar alerta porque no es descartable una operación de represalia.
La lucha contra el terrorismo no es fácil, pero hay algo que es evidente: con el terrorismo no se negocia. Se le persigue sin complejos, cueste lo que cueste y se le golpea con contundencia. Desde el 11S, hace 10 años, el mundo vive atemorizado por el terrorismo islamista que tan flaco favor ha hecho al mundo islámico. Ahora, ese terrorismo ha sido fuertemente golpeado. Es un respiro para el mundo y una lección para todos los países que sufren el terror irracional, la muerte por la muerte.  La lección de lo vivido en las últimas horas es importante, y no podemos escuchar las voces demagógicas y reaccionarias que apelan a los derechos humanos, cuando lo que el mundo civilizado hace es defenderse con la legislación en la mano de quienes, precisamente, se caracterizan por no respetar esos derechos.