Un beso que vuele...

Han pasado cuatro años y parece que fue ayer. A veces pienso que el tiempo no es ese factor tan inexorable que hace que todo se olvide. O tal vez es que hay cosas que son imposibles de olvidar y que permanecerán para siempre en nuestras vidas. Perder a un padre marca. Lo hace de una forma que sólo es posible entender cuando se ha sufrido; pero a la vez te das cuenta de que nunca se ha ido, porque está en cada cosa que haces, cuando aplicas todo aquello que te enseñó...
Ante los padres nunca dejamos de ser niños y eso es algo maravilloso porque permite mantener vivas ilusiones, sueños, retener besos y caricias que nunca se van...pero ¡qué paradoja!... que a la vez tanto echas de menos.
Arrancar hoy el día no ha sido fácil. No está y a veces faltan las fuerzas. Pero siempre me acompaña. Y siento la emoción de la familia, vuelvo a pensar en sentirnos unidos y me doy cuenta que me ofreció tanto... que hoy sigo el camino de mi vida con otras personas, con otro trabajo, con otra forma de ver y de sentir, pero con el mismo espíritu de fortaleza. Su ejemplo, su entrega, su recio carácter están presentes más que nunca y, aunque lejos de Barcelona, estoy en su Castilla del alma en la que me acojo como una más de la tierra porque me lo enseñó y me lo entregó en vida.
Jamás desaparecerás. Jamás dejarás de impulsar emociones y ganas de vivir. Hoy sé que la vida son retos, nuevos amigos, viajeros y compañeros de destino de siempre. Hoy sé que hay mucho por hacer, que tengo que ser una luchadora... tú me lo enseñaste y te lo debo.
El 1 de mayo, desde hace 4 años, no es lo mismo porque tú no estás. Pero el 1 de mayo revalida mi fuerza para seguir tu estela, para asentar mi vida, para intentar poner mi granito de arena para hacer algo por todos y para crear ese mundo más justo y mejor del que tantas veces hablamos...