Se me sigue encogiendo el corazón y el alma con según qué noticias... Saber que una niña ha sido detenida con un chaleco de explosivos en Pakistán es algo ante lo que no podemos girar la cara, aunque nos hayamos instalado en una sociedad que cada vez es capaz de digerir con más indiferencia determinados sucesos. No es la primera vez que los fanáticos terroristas islámicos utilizan a menores para cometer atentados de estas características y eso nos debería llevar a reflexionar sobre los límites de la maldad humana.
Yo soy partidaria de llamar a las cosas por su nombre: son asesinos y malnacidos quienes inducen a matar a través de la ignorancia y el analfabetismo social de algunas personas. Son individuos que amparados en su maldad y en su locura, manipulan los resquicios que les deja una religión para deformarla a su capricho y tratar de convertir lo malo en bueno. Triunfan porque manejan a ignorantes e imponen sus manipuladas creencias a los más jóvenes, a los más débiles, a los más moldeables y a los más inocentes. Ningún “líder” religioso islámico se inmola para alcanzar su paraíso, hacen que se inmolen otros, y ante eso la sociedad no puede quedarse de brazos cruzados.
Nada justifica la pérdida de una vida humana. Hay asesinos que, además, se encargan de sembrar el odio y la violencia bajo justificaciones que no son de recibo, invocando las ideas o la religión... La sociedad debe ser implacable con ellos y jamás justificar que puedan seguir en su mortífera campaña. No sólo se trata de actuar contra los extremistas declarados, sino contra esas madrasas que acaban siendo la cobertura de los futuros radicales. Han de ser los mulsulmanes de bien, que los hay y son muchos, los que colaboren para desenmascarar a estos estafadores sociales que están creando una cantera que ya estamos pagando muy cara.
Otro caso. Leía ayer también un suceso en Barcelona de los que no hay que echar en saco roto. Un varón de 58 años fue detenido por los Mossos de Escuadra, por enviar sms con amenazas sexuales a cerca de 40 mujeres que habían entregado su currículo en la empresa para la que trabajaba... Desgraciadamente, el uso de las nuevas tecnologías para la amenaza y la violencia de género, no es nuevo. Es la sofisticación de la cobardía personal y moral de unos indeseables que por no tener, no tienen respeto a nada ni a nadie. La ley debe caer con toda su fuerza contra estos personajes que actúan con un desahogo tan tremendo, que es capaz de utilizar su presunta varonía para inflingir daño a la mujer y amparándose en el anonimato de un teléfono o de un ordenador. Lo lamentable es que hay miles de casos que no terminan en detención.
Es lamentable que el sms, el correo electrónico, o las redes sociales, puedan llegar a convertirse en sofisticada autopista para llevar mensajes de coacción o violencia. No hace falta amenazar, ni insultar. El lenguaje es ese vehículo maravilloso capaz de trasladar los más bellos y profundos sentimientos. Es capaz de hacernos percibir toda la emoción que intenta trasladarnos el emisor y extraer de nuestro cerebro las endorfinas más maravillosas... que nos hacen tocar el cielo. Es la magia de la comunicación a través de la palabra, sin que haga falta la imagen. Pero desgraciadamente, el lenguaje también puede ser todo lo contrario y nos puede infundir el mayor dolor, el más sufrido desasosiego, el más duro e inquietante de los sentimientos. Hay muchas personas que se amparan en esa “mala” utilización de la palabra porque son incapaces de dar la cara, porque son incapaces de asumir lo que tienen y lo que son; porque no aprenden que la libertad de los otros, es lo primero que hay que aceptar y respetar. Se rebelan contra ello y descargan sobre unas líneas todas sus frustraciones, la mayoría sin sentido y buscando un absurdo alivio que acaba por causar en los otros, un profundo dolor... Hay muchas formas de ejercer la violencia sobre la mujer y ese rastrero manejo del lenguaje es una de ellas. No hace falta una bofetada, ni un insulto, ni alzar la voz. Basta con buscar las palabras adecuadas para herir, para generar un injusto sentimiento y dejar dañada la autoestima.
Ninguna mujer debe ceder ante estos chantajes, ante estas intromisiones, ante estas agresiones con la palabra, ante estos pretendidos ejercicios de superioridad... La superioridad es otra cosa, algo que estos “valientes” jamás lograrán comprender. La superioridad es algo tan sencillo como ser personas, como saber que todos merecemos respeto y que nada, absolutamente nada, justifica el que se pueda perderlo con relación a los demás... El mundo será mejor cuando de verdad aceptemos la libertad de cada persona en sus más amplios extremos. Parece lógico, pero desgraciadamente aún falta para que muchos lo acepten.
martes, 21 de junio de 2011
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La actuación de los talibanes es una de esas desgracias que se han asentado en nuestras vidas y que nunca dejará de sorprender por su violencia,su deshumanidad y su carácter miserable.Hay que perseguirles hasta el final porque utilizar a los niños para sus matanzas demuestra hasta que punto desprecian no sólo la vida humana,sino aquello que convencionalmente el mundo tiende a respetar como es la infancia.En el nombre de Alá no se pueden seguir cometiendo estos asesinatos en masa que realizan quienes consideran a los niños como un pedazo de carne para matar a otros semejantes.Es lo más execrable y lo más ruín que se puede llegar a imaginar.
ResponderEliminarVivimos en un mundo sustancialmente violento,que aprecia poco los valores y por eso estos talibanes se escudan en una religión para cometer sus fechorias.Los valores son de muchos tipos y valores es lo que falta a los maltratadores que usan todo lo que tienen al alcance para causar daño a la mujer.Internet les da el anonimato y la cobertura que necesitan para maltratar y por eso debe haber cada vez más vigilancia en la red.Pero falta decir que hay que denunciar,que no se puede callar ante estos hechos porque se crecen los maltratadores y se piensan que actúan en impunidad.En nosotras está acabar con esa impunidad y por eso debemos dar un paso al frente con la denuncia de cualquier caso que se sepa de maltratro y en la forma que sea.Un buen artículo Mireia,sin pelos en la lengua y con un buen uso del lenguaje.
ResponderEliminarRespetar la libertad de los demás parece algo elemental pero la realidad nos demuestra que no es algo que abunda.En todas las actividades de la vida se trata de imponer un criterio y quedar por encima.En los casos de violencia de género no es coartar la libertad es simeter a la mujer al mandato del varón y eso es gravísimo.Está también lo que hoy dibujas el intento de imponer una superioridad del verón por razón de serlo,porque se considera mejor más superior.La igualdad es que todos somos personas y no me explico porqué cuesta tanto entenderlo,porque cada uno debemos estar en el lugar que nos corresponde.Somos iguales como personas y diferentes en cuanto a género.Eso es lo mejor que tiene la vida y que es muy lamentable que alterarlo en razón de imposición de género.Hombres y mujeres seremos mucho mejores el día que entendamos que cada uno somos lo que somos y que eso no tiene que enfrentarnos.
ResponderEliminarLa personas que maltratan no respetan nada y en lo que menos piensan es el los derechos de la mujeres.Sólo buscan humillarlas,someterlas y cuando se aprovechan de su ignorancia las someten.Pero en todos los casos hay miedo,que es lo peor que un ser humano puede suscitar a otros y por eso son más miserables,porque dan en las debilidades de las personas y aprovechar las debilidades para imponerse es muy rastrero.Hay que denunciar y romper el círculo del miedo,porque eso es lo único que puede ayudar a acabar con esta peste que tanto daño social y personal hace.
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