Cuando anoche encendí la televisión para ver los informativos, miré instintivamente el calendario. Pensé que estaba en el 1º de mayo, la fiesta del Trabajo, y que los sindicatos habían vivido su tradicional jornada festivo-reivindicativa en la calle. El año transcurre deprisa pero no tanto... La fecha era la del 23 de febrero, y me di cuenta que era el día de las manifestaciones preventivas.
Una ya ha perdido la costumbre de las grandes manifestaciones reivindicativas, porque desde 2004, año del aterrizaje de Zapatero en la Moncloa, los sindicatos ni se menean. No sé si porque las cosas han ido bien, si es por casualidad o porque desde ese año al 2008, aumentaron sustancialmente las asignaciones económicas de los presupuestos a éstas organizaciones... El caso es que Zapatero logró un auténtico idilio sindical, que todo los años se encarga de rememorar, puño en alto, cuando comienza el curso político rodeado de banderas rojas en la localidad leonesa de Rodiezmo.
Las manifestaciones de ayer fueron una pantomima. Hoy hasta los medios más afines al Gobierno hablan de protesta “blanda”, y es que no es de recibo que haya protestas por algo que puede suceder, y no se produzca todo un movimiento sindical en la calle porque este país pierde trabajadores a borbotones y las cifras de parados caminan peligrosamente hacia los cinco millones.
No tengo ninguna duda de que los sindicatos tratan de justificar estos días su existencia con la presencia en la calle, porque clama al cielo su largo silencio con la que está cayendo. El Gobierno está encantado con esta coartada, como lo demuestra la dulzura comprensiva con las manifestaciones que ayer demostró Zapatero, que ni siquiera se sonrojó un poco al decir que él no aplica el decretazo y está siempre dispuesto a escuchar los mensajes de la calle.
Flaco favor están haciendo las organizaciones sindicales al sistema. No protestan por el paro y alzan un poquito la voz, porque se anuncie que hay que reformar las pensiones; algo que hasta el menos conocedor de la situación, sabe que hay que afrontar para no correr riesgos en el futuro... Pero claro, esto es lo que pasa cuando los dineros públicos mantienen organizaciones domesticadas y cuando se protege a miles de liberados, sobre cuyo papel ya empiezan a hacerse muchas preguntas muchos miles de trabajadores.
miércoles, 24 de febrero de 2010
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Analizas bien Mireia y estoy de acuerdo contigo en toido. Lo que me asombra es la candidez de que penmsaras que estos mangantes (y soy benévola en el calificativo) servían para algo. Son una estafa, una gran estafa.
ResponderEliminarÁnimo y sigue adelante.