La crisis y la proximidad de las elecciones han abierto el debate sobre la validez del modelo autonómico que tenemos en España. En las últimas semanas los dos grandes partidos asumen que las cosas no pueden seguir como están, pero tampoco dibujan y matizan qué es lo que hay que hacer. Lo curioso del caso es que la receta genérica que dan es común para ambos, pero la forma de aplicarlas parece que es sustancialmente diferente. Lo que sucede es sencillo: reformar el Estado de las Autonomías puede implicar recortes y nadie quiere asumirlos con unas elecciones a la vuelta de la esquina.
Es incuestionable que el Estado de las Autonomías ha sido muy positivo para España. El modelo de descentralización, con sus defectos, ha servido para devolver derechos que se habían conculcado a muchos territorios con identidad propia durante la dictadura, lo que permitió integrar en la transición a quienes guardaban para sí un intento de revancha. Pero además permitió recuperar la identidad a territorios que la creían perdida, resolver más cerca problemas que desde la centralidad se veían muy lejanos y crear unos sistemas de servicios que han sido realmente positivos y que han permitido fortalecer lo que hemos dado en llamar "estado del bienestar".
Pero no todo han sido bonanzas. El Estado Autonómico ha sido caro, porque la descentralización de las competencias se ha hecho a base de crecer y crecer en aparato y burocracia, se han creado televisiones autonómicas que son una auténtica ruina y se ha estimulado una falsa competitividad entre las regiones, que hace que muchos sueldos se hayan disparado hasta límites hoy muy difíciles de afrontar. En algunos casos el idioma propio se ha utilizado como arma arrojadiza, y la educación ha sido una juerga, con una reinvención de la historia de los territorios que es difícilmente explicable desde cualquier estudio científico.
Luces y sombras para un sistema irreversible, para una configuración del Estado que no tiene vuelta atrás, pero que tiene, no que reinventarse, sino reformarse para ser realmente eficaz y no tan cuestionado por los ciudadanos. Las autonomías han sido bien vistas durante todos estos años porque han contribuido a pacificar la transición, han permitido una mayor participación de los ciudadanos y han estimulado el orgullo de lo propio (aunque, por desgracia, perdiendo el orgullo de lo común). Nadie se ha detenido a mirar lo que costaban cuando los recursos eran suficientes, sin embargo, ahora las cosas son muy diferentes. Es difícil explicar que hay que recortar los sueldos a los funcionarios porque hemos crecido en número como un souffle, tampoco se entiende que nos hemos dotado de instituciones que los ciudadanos perciben de dudosa utilidad, como 17 Consejos Consultivos, cuando hay un Consejo del Estado, o 17 Consejos de Cuentas, cuando hay un Consejo Nacional. Se han creado cientos de empresas públicas, algunas de dudosa rentabilidad. Hay cosas que es necesario revisar porque los recursos ahora son escasos y es imposible llegar a todo. Hay que optimizar lo que tenemos, evitar las duplicidades, prestar servicios comunes en las zonas limítrofes entre Comunidades y hay que evitar los agravios comparativos, las carteras de servicios en áreas como la sanidad no pueden ser diferentes, y ceder a las presiones de quienes en un afán de distinguirse, quieren ir a más sin tener resuelto el mecanismo de financiación. El agujero de la sanidad es impresionante y puede llegar a poner en riesgo la prestación en un futuro.
Ante esta situación está la respuesta del PP, que deja muy claro que mejorar las autonomías no implica reformar la Constitución, pero sí hay que abordar cuestiones claves como el control del déficit público o delimitar el techo de gasto. Se trata de aplicar la austeridad con rigor, no con cicatería y teniendo la certeza de que cada euro que se gasta, se optimiza y redunda en el beneficio directo de los ciudadanos.
Ayer FAES hizo público su informe sobre el Estado Autonómico. En ningún momento Aznar se pronunció en su contra, ni cuestionó la regulación que hace de él la Constitución, pero sí hizo algunas advertencias que merecen ser escuchadas. España debe aparecer ante Europa como un país fuerte y no como un país dividido y fragmentado en microestados. Negar que hay nacionalismos que es lo que buscan, es ponerse una venda en los ojos. Es importante el control del gasto y no aumentar el déficit, y que las autonomías no vacíen de contenido al Estado y éste pase a ser residual, porque eso lo debilita. El Estado ha de ser fuerte y con contenido, y acierta el PP al determinar qué competencias deben ser suyas: la política económica, la representación exterior, la defensa, la seguridad o la justicia. Estas premisas son tan de sentido común, que muchas de ellas fueron postuladas por el propio PSOE; lo que pasa es que como ayer las dijo Aznar, el socialismo se ha lanzado en tromba para denunciar que el PP quiere liquidar la España de las Autonomías, recortar las competencias y volver al pasado. Tan burda manipulación política sólo pone en evidencia a quien la hace, porque hay que estar ciego para no ver que una mayoría de españoles piden un mayor control, un recorte de gastos y más eficacia en la gestión. Si este camino no se sigue, me temo que en pocos años podremos encontrarnos con la incómoda situación de que serán los propios ciudadanos los que cuestionarán de forma contundente y expresa la necesidad de mantener el Estado Autonómico.
martes, 1 de febrero de 2011
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Un matiz que realizarte Mireia estando practicamente de acuerdo contigo,los ciudadanos ya están hartos de las comunidades porque lo que vale no es para que han servido,sino para lo que sirven y ahora es para muy poco.Hay que reconocer que han dividido el país porque los políticos las han utilizado para su proyección y para sus intereses personales.Se han llenado de amiguetes y son ineficaces.Han tratado de comerse a los ayuntamientos y si antes les ahogaba el centralismo nacional,ahora lo hace el autonómico y los políticos no deben perder de vista que este es un país de provincias en casi todos los territorios.Yo pienso que las autonomias están ya cuestionadas y van a tener que hacer un milagro para que los ciudadanos las acepten de buena gana.
ResponderEliminarUn saludo
Las autonomías se han ganado su desprestigio y el que los ciudadanos recelemos de su existencia.Han derrochado y han dividido,es muy discutible que se hayan acercado a los ciudadanos,porque se han convertido en reinos de césares que mandan,reciben el culto cerrado de sus lacayos y desprecian a la sociedad en general.No ha sido un buen sistema y ahora lo estamos pagando.España tenía tradición de municiopios que esos si son los que están cerca de las personas.Si no queremos seguir deteriorando nuestro sistema administrativo público deberíamos prescindir de las autonomías.
ResponderEliminarDebemos tener muy presente que son las Comunidades Autónomas las grandes prestadoras de servicios públicos en España y los de más importancia para el ciudadano como son la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales.
ResponderEliminarEllo unido al hecho de que son esos servicios los grandes generadores del déficit galopante de las administraciones convierten en imprescindibles las reformas pendientes en nuestro sistema autonómico.
España necesita un mapa de servicios públicos dónde la eficacia y la eficiencia sean el objetivo común de todos, es el momento del autonomismo colaborador y de la responsabilidad. Aquellos que no lo vean así serán severamente castigados en las urnas.
Es el momento de los buenos gestores públicos.
Saludos afectuosos Mireia
Tienes toda la razón Mireia y lo expones con una claridad que no admite discusión.Los partidos deben ser valientes y abordar de una vez por todas una reforma que no puede esperar más,porque tu lo dices,se están desprestigiando y se puede perder un instrumento que ha tenido y pienso que tiene un gran valor para la identidad de las comunidades.El centralismo no es malo pero es verdad que el despilfarro y el caciquismo es peor y por eso estar reforma no admite demora.
ResponderEliminarUna buena reflexión MIreia que se deben tomar muy en serio los partidos políticos,porque se palpa en el ambiente que hay hartazgo de tato escalafón administrativo.Hay sensación de ineficiencia,de mucho gasto y de que el país no puede soportar tanta carga.No se puede consentir que se tenga la imagen de que los políticos mantienen las autonomías para ellos y si hay un partido que defiende mantener las cosas como están,se verá sumido en el ostracismo.
ResponderEliminarPues yo pienso que las autonomías solo han servido para fragmentar y para dividir España.Antes eramos un pais que no marginaba ni clasificaba a los territorios y ahora hay unos agravios ny unos recelos grandes.Mireia estoy segura que si se convoara un referendum para que los españoles decidieran si Cataluña debería seguir o no en España,saldría seguro que no,porque esto de las autonomías ha agrandado las diferencias y yo,que no habló catalán no puedo ir a trabajar allí y sin embargo ellos si pueden venir aquí.Hay mucho rencor acumulado y eso es la obra de un sistema que además es inútil y caro.
ResponderEliminarPues a pesar de que Chemari no es digno de muchas devociones, en lo de las autonomías puede dar en cierto clavo, que no en todos, a la hora de alegar gasto superfluo, inoperancia y fuente de cadena de favores.
ResponderEliminarA mí me parece insultante que exista la figura del embajador (no sé exactamente el nombre del puesto, pero nos entendemos) de comunidad autónoma en Madrid, puesto que ocupa para Andalucía el partenaire de la señá Aído, por cierto.
De lo que se olvida el señor Chemari es de analizar los porqués de esas canongías sembradas, también, durante su mandato; reconocer errores propios no va con su ego. Pero no estamos hablando del pasado, hay que mirar hacia el futuro cercano, y en eso hemos de compartir sus argumentos. De todas formas, y aunque parezca contradictorio con lo dicho anteriormente: Nos sobran los Chemaris Aznar que primero siembran vientos propios para luego alegar tempestades ajenas.
Pero sí, lo de Andalucía -taifa socialista donde las haya- es de sainete.
Saludos.
Fdo.: J.Robles
José Maria Aznar tiene toda la razón en sus advertencias que son muy fundadas y dignas de ser tenidas en cuenta.Lo que llama la atención es su conversión,porque lo que no dice es que fue el artífice de adjudicar más competencias a las comunidades,de hacerlas asumir a los de su partido en condiciones penosas y que él mismo uso la autonomía como trampolín para abrirse las puertas en Madrid.Lo que dice ahora es acertado,pero lo que tenemos es obra en una gran parte de él y eso es algo que la historia le demandará.No está mal que diga lo que pasa,pero debería pedir perdón por haber contribuido decisivamente a ello.
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