De la comedia, al drama.

El domingo es la cita. El PSOE de Madrid celebra primarias y se cerrará así uno de los culebrones políticos del verano. Tomás Gómez (TG) o Trinidad Jiménez (TJ), se enfrentarán entre sí para posteriormente enfrentarse electoralmente a Esperanza Aguirre (EA). Los actores de la película se han empleado a fondo en una de las contiendas internas más duras que se han visto en las filas socialistas. TG, con legitimidad, aspira a ser el candidato por la comunidad de Madrid, ya que desde la secretaría autonómica de la FSM, es quien ha mantenido las riendas y la recomposición de la todopoderosa FSM. Además, es quien ha mantenido la labor de oposición a EA durante la legislatura, algo que nadie en el PSOE quería hacer. A ZP no le gusta, asegura que es un desconocido y pide a Ferraz que rastree un candidato adecuado para enfrentarse a EA. Las encuestas internas dicen que TJ es quien puede hacer sombra a EA y por tanto hay que descabalgar a TG. ZP se encarga del trabajo, pero su carisma ya no es el que era y TG le planta cara... A partir de ese momento se disparan las alarmas y se pone en marcha la “Operación TJ”. Los arietes deben ser Leire Pajín (LP) y Alfredo Pérez Rubalcaba (PR) con la colaboración de la corte mediática habitual. LP decide que se mantiene al margen, aunque la presionan desde el aparato. Pero por razones personales no entra en la pelea. Sin embargo, PR se emplea a fondo.
TG deja de ser un desconocido, porque la operación puesta en marcha por ZP le da publicidad y lo catapulta a la popularidad pública. Desconcierto en el PSOE. TG es visto con simpatía en muchos sectores, internos y externos, por plantar cara a ZP y eso hace que PR y sus muchachos lo proclamen el candidato de la derecha. Para liar más las cosas, TG se cuela en los actos de TJ y reivindica para sí el PSOE de siempre, el de Felipe González (FG), Alfonso Guerra (AG) o José Luis Corcuera (JC), con lo que vuelve a la esfera de la actualidad la guerra sucia de los GAL. TJ da un golpe de efecto y se autoproclama la candidata con más posibilidades de vencer a EA y rizando el rizo, pide cabinas para votar el domingo (el esperpento)... Aquí se decide mucho más que unas primarias. Puede estar en juego el futuro del PSOE y hasta la sucesión de ZP... ¡Casi nada!
Así las cosas EA, está más tranquila que nunca, sólo espera conocer su adversario en la contienda autonómica, para asegurarse una victoria que nadie duda. En el PSOE salen muy dañados internamente y quién sabe si no tendrán que ir a un congreso extraordinario de la FSM, porque las heridas de la batalla son profundas y tardarán tiempo en restaurarse.
Cada partido establece sus reglas internas. Nada que objetar. El PSOE decidió “vender” las primarias como un método de ejercicio democrático interno. Nada que objetar. Lo que sucede es que se dan cuenta de que lo que realmente es, es una lucha interna por el poder que puede romper organizaciones. Zapatero, en un ejercicio de autoridad, casi despotismo, quiere romper las normas y forzar a Tomás Goméz a que renuncie a sus aspiraciones y como le dice que no, el aparato del PSOE trata de desprestigiarlo, de machacarlo, hasta el punto de ordenar un envío masivo de sms (factoría Ferraz) a los militantes contra él. ¿Qué ha pasado?Pues que ha corrido la orden de que cuantas menos primarias mejor y que el aparato se ponga en marcha para evitarlas. Castilla y León puede ser el ejemplo perfecto.
Las normas internas de los partidos son propias y respetables. Seguramente son las mejores para cada organización, pero están hechas para cumplirlas y no para utilizarlas contra el adversario. La elaboración de las listas electorales siempre es un problema. Es la consecuencia de la ambición legítima de estar en una lista y suele producir algunos traumas en los partidos. El PSOE se ha jactado de ser el adalid de la democracia interna, cuando emplea métodos más arteros y tramposos que el resto de las organizaciones políticas. El ejemplo de Madrid es una vergüenza y una muestra de cómo dañar la imagen de un partido... y en los tiempos que vivimos, no es un capital que se pueda dilapidar tan alegremente.