Fe, liderazgo y esfuerzo.

Es una historia apasionante, una de esas historias que somos afortunados de poder vivir y que sabemos que será un hecho histórico. Ya están en la superficie los 33 mineros de la mina San José, en Chile, que han permanecido sepultados desde el 5 de agosto. Se temió lo peor, ya que no hubo señales de vida hasta el 22 de agosto, 17 días después del suceso. Fueron 17 días de infierno, de angustia, sin apenas comida, sin apenas esperanza. ¿Cómo es posible la supervivencia en semejantes condiciones?... La respuesta tiene un nombre: un líder. Una persona que se haga cargo de la situación y logre el respeto de todos.. .o de casi todos. Y lo había, Luis Urzúa, un hombre de 54 años, de gran experiencia, que se encargó de apagar los primeros conatos de rebelión y otorgó un papel importante a cada uno de los enterrados.
La Nasa lo tuvo claro y trabajó con los mejores psicólogos y médicos. Se ha hecho un trabajo técnico que pasará a los anales de la historia. El final feliz es el resultado del trabajo en equipo, de un trabajo social envidiable. Hemos vivido una historia de entrega, solidaridad, de lucha, de conciencia colectiva, de superación, de la que salen muchas cosas buenas y entre ellas, el más completo manual de rescate en condiciones extremas que puede existir.
Hay muchas lecciones que extraer de lo sucedido en Chile durante estos dos meses. Lecciones que hablan de seguridad en el trabajo, de la lucha por la vida, del triunfo de la constancia, de la sufrida espera de los seres queridos... La tierra se tragó 33 vidas y sólo la lucha y la superación ha hecho que las devuelva sanas y salvas. Hay muchas claves. El papel del líder es fundamental, porque genera confianza, es el guía, la persona en quien se confía, quien es capaz de infundir ilusión. No menos importante es el reparto de papeles, optimizando los potenciales de cada cual. De esa forma había de todo, el enfermero, el dinamizador, el rector espiritual, el fotógrafo, el guionista, el organizador... Ha habido un impresionante trabajo de equipo, con una coordinación perfecta con el exterior y con la adopción de medidas siempre en positivo y al servicio de mantener la esperanza en vivir de los enterrados. Se contó en todo momento con los mejores, dejando apartados a los irresponsables propietarios de la mina, que carecía de las más elementales medidas de seguridad.
El mundo ha estado pendiente de lo que sucedía en Chile y el resultado de la operación apuesto a que dará origen a libros, películas, documentales o series televisivas. A fin de cuestas es la historia de cómo aprovechando lo mejor de cada uno, se puede aspirar a los más altos retos. Los mineros habían emprendido un largo viaje a la incertidumbre plagado de peligros: la desesperación, la imposición, el fomento de las discrepancias, la lucha por el mando, la envidia, los celos... la locura. Sin embargo, supieron emplear una inteligencia positiva para organizarse y apostar por la vida. Sabían que el viaje era largo, pero merecía la pena... Cada abrazo que vimos ayer era una invitación a la vida. Cada historia que se relataba era la de una persona anónima que podía representar a cualquier ciudadano del mundo. El conjunto, es un ejemplo de cómo juntos podemos afrontar los más altos retos. La lección de estos dos meses de lucha de los mineros chilenos, no es sólo una historia por la subsistencia, es mucho más, es una historia aplicable a muchos órdenes de la vida.
Cuando escribo estas líneas los mineros están a salvo y el mundo se alegra de que haya sucesos que acaben bien. Hoy hemos olvidado el carácter negativo de las noticias, para apostar por el optimismo y por las ganas de vivir. Una lección para todos, una lección para los pesimistas y los agoreros. Una lección impagable para comprobar lo que se puede conseguir si somos capaces de poner en valor lo que cada uno tenemos, lo que se puede alcanzar con la suma de esfuerzos y con el mando de los mejores... Ojalá sepamos tomar nota.