Recuperar la política, devolver la confianza.

La campaña electoral será dura y ya vemos algunos hechos. El PSOE de Castilla-La Mancha acaba de hacer público un vídeo donde la candidata del PP, María Dolores de Cospedal, es objeto de todo tipo de descalificaciones a cuenta de los datos que ella misma facilitó al parlamento de aquella comunidad. Es la doble vara de medir del PSOE, que amparó hasta el límite a Leire Pajín para que fuera Senadora por la Comunidad Valenciana, con el consiguiente disparo en sus remuneraciones.
Muchos políticos españoles se pierden en comparativas y siempre para cosas negativas, lo que genera choques, y lo que es peor, rechazo en la población. Es como si fuéramos incapaces de lograr puntos de encuentro para asuntos clave y de paso hacer operaciones que pudieran acabar con la mala imagen de los políticos.
Otro ejemplo. Amparar al alcalde tránsfuga de Benidorm, Agustín Navarro, supone romper el Pacto Antitransfuguismo que firmaron los partidos mayoritarios y que el PP considera liquidado por el apoyo a la operación alicantina de la hoy Ministra Pajín, con la complicidad pública de Zapatero. Manuel Chaves intentó ayer poner un poco de cordura a todo esto y reclama que ningún tránsfuga pueda ir en las listas electorales. Los partidos políticos, todos, han de ser contundentes en estos temas, porque no se puede consentir que una persona, con votos que son de un partido porque las listas son cerradas, provoque un trasvase de poder a conveniencia. Es una obligación moral de la sociedad, y de los políticos en primer término, arrinconar a estos personajes y echarlos de la vida pública en el primer momento en el que se pueda. Es verdad que la doctrina del Constitucional dice que el escaño es de la persona que lo obtiene, pero no es justificable que ello suponga mover la decisión de los ciudadanos a su capricho.
Si ayer escribía que afortunadamente el terrorismo no está entre las principales preocupaciones de los ciudadanos, no podemos decir lo mismo de los políticos. Hay una mala imagen que se traduce en el descontento de la población y en la desconfianza. Lo más desesperante de todo esto, es que esa mala imagen es la que provocan los menos, porque estoy convencida, ya que he podido comprobarlo, que una gran mayoría son personas honestas, que creen en el servicio público y en el servicio a los ciudadanos. Hay muchísimos alcaldes que hacen de la calle su despacho, que renuncian a la vida privada para atender a sus vecinos, concejales que simultanean su trabajo y que entregan su tiempo libre a la vida municipal. La política no sólo es la de la tele, la de moqueta y coche oficial. Política es la que se hace las más de las veces en la calle y por eso es muy injusto generalizar lo que hacen unos pocos.
De la mayoría de los comentarios de los que seguís este blog, se desprende que los ciudadanos desean la eficacia en la política y la honestidad en la gestión. Comparto este criterio y lo defenderé siempre, por lo que creo que velar por la existencia de un techo de cristal en la vida pública debería ser una prioridad en los acuerdos entre los partidos. Quienes meten la mano en la caja no tienen espacio en la vida pública y deben ser las propias organizaciones las que depuren responsabilidades y los expulsen sin contemplaciones. Enrocarse en tirar de historias pasadas y hemerotecas por lo que hicieron otros, no es justificación para permitir el deterioro de la democracia.
Estamos en tiempos de crisis. Crisis económica, pero también de confianza. En su recuperación tiene un papel estelar la política y de ello depende que se reactive la capacidad económica del país. La vida pública ha de poner en ello todo su empeño y dejar de lado las socorridas cortinas de humo que distraen la atención ciudadana. Las estrategias que no se dirijan ahora a sacar al país de la situación que vive, serán efectivas a corto plazo, pero letales para el futuro, y España no puede permitírselo