Un bufón sin ninguna gracia.

Es difícil hacer más el ridículo y mostrar más tibieza con un dictador bananero. Cada vez resulta más difícil entender la política exterior española, ni el por qué de las dudas a la hora de pedir explicaciones a un dictador como Hugo Chávez, que tantas veces nos ha amenazado y ha presionado a nuestras empresas, y al que basta seguir en cualquiera de sus patéticas intervenciones, para concluir que es una vergüenza general.
El episodio que estamos viviendo estos días con el Gobierno de Venezuela, no implica sólo al Ministro de Exteriores Moratinos, también al de Interior Rubalcaba, y hasta la mismísima Vice-presidenta del Gobierno, Fernández de la Vega, quien ha mostrado la incomprensible tibieza del Gobierno Zapatero a la hora de pedir explicaciones sobre algo tan grave como que Venezuela albergue campos de entrenamiento de etarras. Es verdad que la denuncia parte de dos etarras, pero no es menos cierto que antes de la confesión, el Juez Velasco investiga serios indicios sobre esta posibilidad y de hecho, tiene varios investigadores tomando declaración a exmiembros de las FARC.
Es intolerable que Hugo Chávez se permita bravuconadas sobre quién pierde o no en caso de conflicto diplomático. Mucho más intolerable es que Arturo Cubillas, etarra al que reclama la Audiencia Nacional por asesinato y por preparar con las FARC un atentado contra el Presidente de Colombia, Álvaro Uribe, ocupe hoy un puesto en la administración de Chávez como jefe de seguridad del Instituto Nacional de la Tierra, dependiente del Ministerio de Agricultura de Venezuela. Y para colmo, que el embajador de Venezuela en España diga públicamente, que la declaración de los etarras arrepentidos no la han hecho espontáneamente, sino por tortura, poniendo en tela de juicio la actuación de la Guardia Civil. Pues frente a todo esto, ni siquiera se ha llamado a consultas al embajador español, ni se ha pedido oficialmente explicaciones al Gobierno Venezolano por estos insultos a la profesionalidad de nuestra policía y al prestigio internacional de España. Eso sí, nos hemos limitado a pedir explicaciones “dentro del marco de colaboración”... Vamos, que nos hemos puesto de alfombra ante una dictadura, a la que desgraciadamente se contempla como un elemento folclórico que acabará por tener graves consecuencias.
Es verdad que la diplomacia exige evitar los conflictos innecesarios, pero también tiene como primera premisa mantener el prestigio y el nombre de un país. No hay excusa posible para no actuar con contundencia ante un país que protege a un etarra, hasta el punto de tenerlo en su Gobierno, y que da refugio a un buen número de miembros de la organización terrorista que más daño ha hecho en España y más dramas personales y humanos ha causado. Si tenemos evidencias, y las hay, de la protección y ahora del entrenamiento de terroristas de ETA, el ejercicio más elemental de responsabilidad exige investigarlo, pedir explicaciones; y corresponde a Venezuela demostrar la falsedad, si es que es así, de la acusación. Pero no, soportamos además insultos y desplantes, nos plegamos a los deseos de un charlatán caduco y trasnochado que mantiene la forma de gobierno más rechazable, la dictadura que empobrece y genera tanta miseria a la sociedad de su país.
El mundo moderno no puede amparar, justificar o proteger las dictaduras de Latinoamérica que tanto dañan a las sociedades en las que se instalan. Todas estas dictaduras de izquierdas, obtienen una complacencia por los gobiernos democráticos de izquierda que no acierto a explicarme. Zapatero tiene el penoso honor de ser el presidente europeo más aplaudido por todos estos dictadores. La razón puede ser su famosa propuesta de la Alianza de Civilizaciones, el cuento que le aupó al liderazgo entre estos patéticos personajes.