Quemados no, achicharrados.

A la dura crisis económica que padecemos se suma otra crisis no menos grave, la de confianza. La primera no se puede salvar sin superar la segunda. Los indicadores demuestran que sigue cayendo la confianza de los españoles y los organismos internacionales no cambian el signo de sus reflexiones sobre España. Todo ello sume al país en una suerte de pesimismo que es lo peor que le puede acontecer al mundo económico, porque el dinero es muy temeroso y es lo primero que se retrae en cuanto no existe eso que llamamos “seguridad”.
Zapatero ayer en televisión cambió su discurso. El “optimista compulsivo” dio paso a un gobernante más realista, que reconoce que hasta el 2013 en España no se darán las condiciones para crear empleo. La declaración debería incitarnos a pensar que el Presidente tomará medidas para intentar paliar la situación actual y tal vez la primera medida que anuncia es que el nuevo Ministro de Trabajo, que nombrará la semana que viene, tendrá que cambiar radicalmente el departamento para atender a los desempleados. También es un reconocimiento de que las políticas del trabajo que se han practicado hasta ahora han sido un fracaso y la mejor prueba de ello, es que nos han situado en casi 5 millones de parados. Cuesta pensar que haya otra política de lucha contra el desempleo que no sea aquella que genere puestos de trabajo. Si de lo que se trata es de buscar fórmulas para maquillar las cifras por mor de aquello de que “los que están en formación trabajan para el país”, lo que estará haciendo es una política de maquillaje que sólo empeorará la situación. Por eso Zapatero debe saber que frente al paro sólo hay una salida: el trabajo; y eso supone generar el ambiente necesario para crear nuevos puestos de trabajo. Eso se llama reforma laboral efectiva y cambios estructurales valientes en el sistema productivo. Se llama mejor formación de quienes están en la cadena de producción y quienes están al mando de ella. Se llama ilusión, implicación de toda la sociedad y también reconocer errores cometidos, aunque puedan tener costes políticos y lo que es más, costes sindicales.
La realidad es que el discurso de Zapatero se queda en palabras, falla porque no tiene contenido. Pero falla más aún cuando asegura que no debe hacer crisis de Gobierno. Es la primera medida que debería tomar el Presidente, porque sus Ministros están quemados, achicharrados y ya no sirven. Aparecen ante la sociedad sin ideas, sólo con consignas de partido y exhibiendo un propagandismo que ya no cuela. Si exceptuamos al Ministro da Educación, Ángel Gabilondo, que siempre presenta una solidez intelectual intachable, el resto es un sainete. Ni siquiera la Vice De la Vega tiene ya una imagen de solidez. De Salgado mejor no hablar, Trini en otras batallas y de Moratinos para olvidar. A Rubalcaba ya sólo le preocupa que funcione su famoso “comando” y a Blanco, en cuanto le ha faltado el dinero, se le acabó el lustre. Aído o Espinosa son un espectro.... así hasta la totalidad de las carteras, algunas tan eficaces que cuesta recordar a sus titulares.
Confianza es una receta clave para superar la crisis. El tratamiento ideal para intentar alcanzarla serían las elecciones anticipadas, pero como Zapatero no está dispuesto, cabe pedirle que se rodee de los mejores y lo que tiene ahora, más que provocar desconfianza, lo que produce es miedo. Y así nos va.
 
P.D. Lo siento Eduardo. Desde la discrepancia, no me queda más remedio que exponer lo que hay. Ya lo dijo Lampedusa en El Gatopardo: “La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”. Me encantaría que no fuera así, pero... Un abrazo.